El dorado
- Club Sigma
- 22 abr 2018
- 3 Min. de lectura
Actualizado: 24 abr 2018
El legendario reino del antiguo Virreinato de Nueva Granada, ahora Colombia

El sueño de El Dorado, la ciudad perdida hecha de oro, llevó a muchos conquistadores a emprender una búsqueda inútil, y muchas veces mortífera, a través de las selvas y montañas de Suramérica. Pero siempre fue en balde. Según confirman descubrimientos arqueológicos recientes, "El Dorado" no era realmente un lugar, sino una persona.
La llegada de Colón a América en 1492 marcó el inicio de un choque de culturas como pocos registra la historia. Fue una brutal confrontación de visiones completamente opuestas sobre lo humano y lo divino.
El mito europeo sobre una ciudad perdida de oro que estaba ahí para ser descubierta por un conquistador aventurero encapsula la sed insaciable de los europeos por el metal dorado y el deseo inquebrantable de exprimirle todo el jugo a las nuevas tierras.
El mito suramericano de El Dorado, por otra parte, revela la verdadera naturaleza del territorio y las personas que vivían ahí. Para éstas, El Dorado nunca fue un lugar, sino un gobernante tan rico, que supuestamente se bañaba en oro de pie a cabeza cada mañana y se lavaba todas las noches en un lago sagrado.
La verdadera historia detrás del mito ha sido reconstruida como un rompecabezas en años recientes utilizando una combinación de textos históricos antiguos e investigación arqueológica.
Ceremonia dorada
En el corazón de la misma se encuentra una ceremonia real llevada a cabo por los pueblos Muisca, que hacen vida en el centro de Colombia desde el año 800 d.C. hasta nuestros días.
Diferentes cronistas españoles que llegaron al continente a principios del siglo XVI la describieron como la ceremonia de "El Dorado". Uno de los mejores relatos lo produjo Juan Rodríguez Freyle.
En el libro de Freyle, "La conquista y descubrimiento del reino de la Nueva Granada", publicado en 1636, el cronista cuenta cómo cuando el jefe de los Muisca moría, se daba inicio a un proceso de sucesión para escoger al "líder dorado" o "El Dorado".
El nuevo jefe de la comunidad, generalmente un sobrino del anterior líder, pasaba por un largo proceso de iniciación que culminaba con acto final, en el que remaba en una canoa por un largo sagrado, tal como la laguna de Guatavita.

El jefe se presentaba desnudo, sólo cubierto por polvo de oro. Rodeado de cuatro sacerdotes de alto rango adornados con plumas, coronas de oro y demás ornamentos, hacía una ofrenda de objetos dorados, esmeraldas y otros materiales preciosos a los dioses, que arrojaba al lago.
La orilla del lago circular se llenaba de espectadores ricamente aderezados que tocaban instrumentos musicales y encendían fuegos que casi bloqueaban la luz solar que bañaba el lago. La canoa misma llevaba cuatro fogatas que lanzaban columnas de incienso a los cielos.
Una vez en el centro del lago, uno de los sacerdotes izaba una bandera señalando a la muchedumbre que hiciera silencio. Este momento marcaba el punto en que la multitud juraba fidelidad a su nuevo líder, gritando su aprobación desde la orilla.
La forma en que la historia se transformó en el mito de una legendaria ciudad de oro revela cómo el metal precioso era una fuente de riqueza material para los conquistadores. Ellos no entendían su valor verdadero para la sociedad Muisca. Las mentes del Viejo Continente simplemente no podían procesar la idea de cuánto oro podía haber sido arrojado al fondo de un lago y enterrado en otros sitios sagrados de Colombia.

La mística del oro, en casi todas las culturas y civilizaciones, ha mantenido una extraña relación con el ser humano, despertando su codicia quizás quién mejor lo definió mostrando así el pensamiento de la época fue el navegante al servicio de la corona español Cristobal Colón quién dijo:"El oro es el más exquisito de todos los elementos... Quien posee oro puede adquirir todo lo que necesite del mundo. En verdad, con oro puede usted lograr que su alma ingrese en el paraíso".
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